1/23/2014

Homenaje a Álvarez


   Uno puede defenderse de los vituperios, pero ante la adulación está inerme. Hay quien hace rehenes elogiando, confiado en ser pagado, como si el elogio pudiera en verdad cubrir cosa distinta que la necesidad feroz, egoísta al cabo, de expresar gratitud hacia algo o alguien.
   No quisiera, pues, con esta nota, importunar a José María Álvarez. Pero mañana se celebra en el aula de cultura de la CAM de Cartagena un homenaje en su honor y, afortunadamente, no sólo yo doy las gracias. Muchos lectores debemos a su poesía enseñanzas y placeres hiperbólicos, y a su conversación y su trato, alegrías sin cuento, el regalo de una conciencia corpórea, despierta, educada, amable, que se sabe poco y, sin embargo, libre, y se enorgullece.
   Signifying nothing; ¡Sin prisioneros!; ese Al sur de Macao de Pre-Textos con el cual le descubrí como a un hermano mayor y más sabio, deslumbrante, mejorado luego en Los decorados del olvido de Renacimiento, quizá tan alto éste como Museo de cera; y las novelas, las biografías, los ensayos... Incluso en su contra, contra su afán mítico de escribir lo justo y la maledicencia inculta y cerril proliferante, qué bueno será que Álvarez -como lo llamó Borges diciendo qué feliz era allí, junto a él, ese instante-, siga citando.

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