11/07/2013

Juna


   Adopté una gata hace dos meses. Tiene diez años. Yo la llamo Juna, de viejuna. Es gris, con el pelo largo y frondoso y unos grandes ojos verdes de cambiantes pupilas que atraviesan lo que ven, destacándose fijos desde su pequeña cabeza. Suele andar encorvada, tumbándose por los rincones o en la terraza. Le gusta afilarse las uñas en mi regazo y en mi pecho. En cuanto me siento, se aproxima con sigilo, se sube encima de mi y me clava lenta y despiadadamente las uñas, gozando a todas luces. No me deja leer ni fumar sin antes reclamar atención a sus deseos. Come con buen apetito y duerme de manera envidiable, lo mismo o más de lo que permanece despierta.
   Se ha escrito mucho y de maravilla sobre los gatos. Poe, Baudelaire, Borges, Burroughs... La bibliografía es inmensa y altamente recomendable, aunque a veces la fantasía los envuelva en peripecias probablemente indiferentes para ellos, que se ocupan de cosas tan sencillas. Y, sin embargo, la fascinación obliga a insistir.
   Juna... esa calma silenciosa con que se expresa la quisiera uno para sí, la ausencia de temor, la aceptación, la dulzura, el asombroso encanto natural y la precisión de sus movimientos, la determinación, el eco remoto de antiguos tigres...
   Ignoro qué habrá de depararnos el futuro y a ella no parece importarle, lo cual resulta extremadamente tranquilizador.

Publicado en La Opinión de Murcia, 7/11/2013.

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