10/13/2013

Sin tabaco


   En Gran esperanza un tiempo, libro de Roger Wolfe publicado recientemente por Editorial Renacimiento, hay un poema titulado El humo del infierno donde se dice que España «acabó de morder el polvo» con la Ley de Medidas Sanitarias frente al Tabaquismo, fruto, entre otros males, del «mediocre gregarismo» y la «estricta corrección». Uno agradece en cuerpo es alma libros así. El estado terapéutico lleva decenios imponiendo su moral disfrazada de 'Salud Pública', organizando socialmente la enfermedad, «administrando muerte», decía García Calvo. Tengo para mi que un paquete de cigarrillos al día no resulta tan pernicioso como una jornada de trabajo de la ministra Mato. Aunque seguramente este apellido es casual y yo no soy ecuánime. Fumo desde hace más de veinte años con enorme placer y no me acostumbro a salir a la calle cada vez que quiero encender un cigarro. A menudo, paladeando el dulce humo del tabaco en la puerta de un café, veo pasar a los niños de vuelta del colegio y me parece estar allí, obligatoriamente, para que los niños me vean fumar. Pero más triste es contemplar cómo tantos fumadores acatan mansamente esta prohibición ilegítima, que usurpa a los hosteleros el derecho de decidir si en sus establecimientos se puede fumar o no.

Publicado en La Opinión de Murcia, 10/10/2013.

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