1/13/2013

Curvas


  Cada vez que corto un pedazo de cartón para la boquilla de un porro, me paro a pensarlo. Siempre enrollo la boquilla en espiral. “Esta espiral abrirá un camino” –me digo. Pues no encuentro manera más rápida y fácil de abrir camino, de «hacer camino», como decía el poeta escribiendo, que esa espiral. Así que prosigo mi camino buscando el encendedor en un bolsillo. Prendo el cigarrillo de cáñamo y a través del tubo de cartón, la sustancia, entra y fecunda la sangre de mis pulmones, directa al cerebro por las carótidas, ahíta de oxígeno.
  El jardín resplandece. Crea formas. Siluetas contra el disco borroso del sol, que lanza a mis ojos trozos del filo de su circunferencia ígnea, sin recorrerla, no deja recorrerse el sol de cuánto brilla y se ve claro. Es una instantánea espiral negra con pétalos bermejos de flores de pascua contra el cielo espumoso del sol nublado de música y alimentos.
  -Alucinación –escucho que digo.
  -Eso es sólo una manera de llamarlo –me contradice para mi sorpresa la imagen del espejo.
  -“Eso” –replico, marcando las comillas con los dedos alzados de mis manos- es una carta blanca salvaje.
  -Pues si de “eso” se trata –continúa ella, es decir, yo, remedando mi propio gesto-, déjame hablar del relieve de surcos en la piel de piedra de las palmeras, de racimos de dátiles color naranja, de rosales amarillos empreñados en lechos de tréboles, de pinos monumentales, de cien ramas, altísimos y verdes, llenos de piñas y raíces, de animalillos pequeños, del petirrojo, la serpiente y el escarabajo de pico de hierro, del musgo marrón, seco de las cortezas, de los gusanos de dentro, de los alcaloides de la seta del suelo, de arbustos espinosos y rastrojos, de las estrellas indiferentes arriba, refulgiendo, ¡soles innúmeros alrededor de nosotros!
  Pero es imposible.
  -¿Y si lo mejor de ti lo es porque lo ignoras? –me tiento, como un demonio.
  -¡Basta, basta! -grito.

 

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