7/22/2012

Minima moralia


  Disfraces del miedo.- Lo abyecto de la mediocridad no es que renuncie a la excelencia por miedo, sino que obvia o niega sistemáticamente la libertad dondequiera que ésta aparece y, a la vez, se ensalza a sí misma como portadora de libertad.

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  Feudos del dualismo.- No saber qué se quiere es una de las formas más frecuentes y angustiosas de experimentar la nada. Pero todavía más penoso -aunque no menos raro- resulta saber lo que se quiere y no atreverse a ir en su busca. Ahí ya no hay vacío, sino miedo; la culpa germina como en un campo de estiércol y todo se simplifica fatalmente: o bueno o malo, o amigo o enemigo, o blanco o negro, o creer o desesperar...

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  Nadie es más que nadie; todos tenemos vanidad en mayor o menor grado. Negar la nefasta vanidad es ridículo. Pero es preferible mirarla a la cara y ponerla en su lugar antes que no mirarse para no tener que hacer autocrítica.

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  No es que los seres humanos no distingamos el bien y el mal; la mayoría reconoce el mal sin grandes dificultades. Lo que ocurre es que casi nunca sabe cómo hacer el bien, o lo evita culpando a otro por creerse obligado a ello.

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  Descartes, para mantener su utopía del pensamiento puro sin verse forzado a reconocer en ello el lugar de la mera nada, a pesar de la evidente certeza de un cuerpo falible, prefirió reinventar a Dios y resolver otra vez con Él todas sus dudas. Pero el pensamiento, ay, no es puro, y como dice Polibio: "La humanidad no posee mejor regla de conducta que el conocimiento del pasado".

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  Dos propiedades éticas.- 1) Cualquiera puede ser, para sí, su peor enemigo; pero también su mejor amigo. 2) La propia decisión en cada instante, decidir libremente cada momento qué se hace, dónde se va, con quién y a qué, hace a cualquiera más rico que al atareado, agresivo y programado propietario.

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  Si uno se niega a incurrir en errores vulgares, escuchará por doquier un clamor sordo de voces que se afanan en convencerle de lo equivocado que está. Por evidente que sea su acierto al obrar, no cesarán de atormentarlo con ese nuevo error.

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